My mind
Desde el confort de mi acogedor rincón, me hallé absorta en la contemplación de ese vasto escenario que se desplegaba más allá de la ventana. Mis aguzados sentidos, cual antenas hábiles, captaron la danza silenciosa de las hojas danzantes en el viento. Oh, mundo exterior, te despliegas ante mí como un lienzo efímero.
Mientras mi mirada felina se posaba en el bullicio de la calle, los humanos transitaban con una urgencia palpable, como si persiguieran sombras esquivas. Mis ojos, avizores de secretos callejeros, descifraban la coreografía caótica de sus vidas, entre susurros apresurados y pasos acompasados.
Las aves, esos intrépidos danzarines alados, trazaban líneas curvas en el cielo azul. Me deleitaba con su vuelo, como si fueran notas melódicas que componen la sinfonía de la vida cotidiana. ¿Quién podría resistirse al encanto de esos seres alados, libres de las ataduras terrenales?
Mi cola, testigo mudo de mis emociones, se agitaba sutilmente. ¿Qué reflexiones podrían habitar en la mente de una gatita llamada Naranjita? Quizás, entre el juego de sombras y luces, se tejían pensamientos de una vida repleta de intrigas felinas, con las siestas al sol y las travesuras nocturnas como protagonistas.
Al observar el constante flujo de la existencia humana, me preguntaba si serían conscientes de la belleza efímera que los rodea. A veces, siento que ellos, con su afán desenfrenado, olvidan detenerse y apreciar los matices que componen este mundo en el que coexistimos.
Así, desde mi atalaya de cuatro patas, Naranjita se convierte en la observadora silenciosa de un universo que se despliega más allá de la ventana. ¿Acaso no somos todos, de alguna manera, espectadores y participantes de esta obra maestra llamada vida?
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